sábado, 10 de diciembre de 2011

El Camino de la Reflexión








Estaba mirando el archivo fotográfico familiar, cuando aparecieron las fotos de la aventura personal que quizá más me haya marcado: El Camino de Santiago.
He hecho la Ruta dos veces, la primera vez en el año 1993 y la segunda, el año 1999.
En ambas ocasiones coincidía la circunstancia de ser Año Santo Compostelano, lo cual significa que en ese año el día 25 de julio cae en Domingo.

Aunque no soy religioso, (más bien al contrario, puesto que soy agnóstico convencido), reconozco que existen fuerzas Naturales que producen efectos magnéticos en nuestro entorno.
Por ejemplo, cuando paseas por el Cañón de Río Lobos, en Soria, (magnífico entorno Natural que recomiendo encarecidamente), puedes sentir esa energía de la que hablo.
Por algo, la ermita románica fundada por Templarios, que allí se encuentra, está edificada sobre las ruinas de un punto de culto de los habitantes de la Edad del Bronce.

Del mismo modo, en la ruta del Camino de Santiago se encuentran numerosos puntos de "energía" que te hacen sentir las fuerzas que fluyen con descaro.

Todas las iglesias y ermitas del pre-románico y del románico están asentadas sobre templos antigüos, la mayoría de culturas ateístas, anteriores a la conquista de la península por los romanos. (Estos romanos están locos. Obélix).

Siguiendo con mi experiencia personal en el Camino, he de decir que mi intención en ambas caminatas era la de concentrar toda esa energía para paliar sendos problemas de salud que se dieron dentro de mi círculo familiar. Primero mi hermana y después mi madre. Y aunque seguramente nada tuvo que ver, ambos problemas se solucionaron de manera positiva.

Hice el Camino solo; perdón, miento: con mi fiel Careto, un fox-terrier de pelo duro que se lo pasó en ambos casos, como un enano, corriendo por el campo y sintiéndose mi guía natural.

La primera vez lo hicimos desde Vilafranca del Bierzo, unos 160 kms.
La segunda, desde Santander, unos 500 kms.

La subida del puerto de Piedrafita de Cebreiro es bestial y más si como yo, eres tan inconsciente de ir a hacerlo sin ningún entrenamiento anterior. Pero lo hicimos.
Qué pinta tendría yo al llegar al albergue de "O Cebreiro", que una periodista del Diario de Galicia que me vió, me hizo una entrevista para que le diera mis impresiones sobre el Camino y al día siguiente publicó la entrevista a página completa, aunque la foto que publicaron era la de otro peregrino con perro. (Nada que ver con mi precioso Careto).






















Las anécdotas son innumerables, pero no inolvidables, como aquella vez que nos pilló un tremendo aguacero, llegando a Oviedo, en el año 99 y en el pueblo de Meres, (que no Mieres), un tipo con una furgoneta R-4 iba anunciando a través de unos altavoces, las fiestas del pueblo.
Al pasar junto a nosotros, paró en seco y a partir de ese instante, mi vida se convirtió en un capítulo propio de una serie televisiva.
Se dice que la realidad supera siempre a la ficción. Pues bien, yo puedo decir que eso es verdad.


El artículo que pongo a continuación, aparecía en el Libro de las Fiestas de Meres de ese mismo año, con el título de "El peregrino". ¿Una premonición?.

























En ese momento, aquél hombre no me comentó nada, pero se empeñó, viendo mi estado, en que me tenía que quedar allí, para secar mis ropas y tomar fuerzas.
Yo, que quería llegar a Oviedo para lo mismo, intenté negarme, pero aquél paisano le dijo a su hijo que me llevase al hotel del pueblo, que le dijese a la dueña que él pagaba todo y que me acomodase allí.
Después de un tira y afloja, su tozudez me venció y acabé siendo el invitado especial de aquellas fiestas, llegando incluso a leer una epístola en la misa del día siguiente en la ermita dedicada a Santa María de la Cabeza, la patrona de las fiestas de Meres.


Al año siguiente, recibí en mi casa las fotos y el programa de las fiestas de ese año, en el cual se relataba la historia, así como la carta de agradecimiento que yo había enviado a mi amigo Avelino.
























Mi carta de agradecimiento:
























También podría hablar de esa familia que en un momento en que me perdí por esos bosques de Galicia, me invitó a comer en su casa y me hizo sentir cariño, bondad y amistad, todo junto en un espacio tan hogareño como puede ser una cocina de las de antes, alimentada por leña y comiendo todos, -padre, madre y 3 hijos talluditos-, prestos a salir de nuevo hacia las labores del campo.
Todos comimos lo mismo: pote galego. Pero con la particularidad de que ellos después comieron huevos y patatas y al "peregrino" le tocó filete de ternero de la matanza además de los huevos y las patatas. La carne, para el peregrino. Nunca olvidaré el detalle.


O aquella otra vez que subiendo por un talud, -porque también me había perdido por la mala señalización del Camino-, me caí de espaldas con mochila y todo y casi me mato. Arriba se escuchaba la carretera y no era cuestión de dar toda la vuelta, porque era retroceder varios kilómetros y estaba a punto de llegar la noche.
Al llegar arriba, el pueblo de La Lastra era la población más cercana. Una aldea pequeña, con media docena de casas, en la cual sólo había un bar-casa, que alquilaba un par de habitaciones a los obreros que estaban haciendo la carretera en ese tiempo.
Llevaba yo unas pintas, -lleno de barro por la caída, las piernas llenas de arañazos, sangrando-, que aquella mujer se apiadó de mí y al ser viernes, les dijo a unos de aquellos obreros que sacasen sus cosas y me alquiló su habitación para que descansara y me curase las heridas.
El alquiler temporal se convirtió en todo el fin de semana, y yo, le estuve dando unas clases de informática a su hija, en agradecimiento.
Las noches las pasé cantando en el bar, -canciones de Santander-, con todos los paisanos que allí paraban y con Manolo, el dueño, que estaba, (como yo), encantado.
Al marchar, el Lunes, tuve que dejar el dinero encima de la mesa, porque no había manera de que me cobrasen, ni la habitación, n las comidas.

El Camino te hace reflexionar; te hace ver que eres tan poca cosa, que sin el cariño de los demás, nuestra Raza habría desaparecido muchos siglos atrás.

Por eso respeto mucho a todas las personas que profesan cualquier religión. Porque NINGUNA religión pregona la maldad ni la muerte. Cosa distinta son las interpretaciones que algunos hombres hacen para su propio beneficio.
Los árabes están obligados por su religión a la hospitalidad y a ayudar al prójimo.
Durante el Ramadán, nadie se queda sin comer tras la caída del sol. Cualquier extraño será bien recibido en la mesa de un musulmán.

Me confieso un devoto de la Ruta y aunque no me creo que los restos que se descubrieron allí sean los del apóstol, eso me importa un bledo.
Creo en la gente, respeto sus creencias y animo a todo el que quiera escucharme a realizar la peregrinación hasta Santiago de Compostela.
Te encontrarás contigo mismo y te darás cuenta de que eres el más fuerte del mundo.
Ese mundo que te apoya y que te muestra su cariño sin preguntarte si le rezas a Jesús o a Mahoma.

¡¡¡ ULTREYA !!!