sábado, 14 de agosto de 2010

"Operación Azazel". Capítulo 02 (00000010)

Capítulo 02 (00000010)/ La fecha

“Aquí se cuentan los preparativos”

Lo primero que Azazel tenía que saber era la fecha en la cual podría tener más posibilidades de éxito en su Cruzada.
Intentarlo en Moncloa era una utopía, porque la seguridad iba a ser muy difícil de poder franquearla. Por eso, decidió que tendría que ser en una salida de Zapatero a un lugar en el que no fuese tan fácil protegerle.

Se le ocurrió que podría ser en una de esas actuaciones que Sonsoles hacía para practicar sus “gorgoritos” cantarines, pero esas citas no eran públicas, precisamente por seguridad.
También pensó en Doñana, en sus vacaciones, pero ya el año anterior había cambiado de destino y no podía dejarlo todo al capricho del descerebrado personaje.

Pero había algo que no podía fallar: León.
Su personalidad provinciana le había llevado a crear el Centro Estatal de Tramitación de Denuncias Automatizadas, (Estrada), ubicado en Onzonilla (León).
Que nadie pudiera decir que se había olvidado de sus amigos del colegio y de sus paisanos. Unos puestos de trabajo entre sus coleguillas, que serían muy difíciles de eliminar cuando él se hubiera marchado del poder, porque la infraestructura sería demasiado costosa de desmantelar.
Lo difícil era conocer la fecha exacta de su presencia en la capital propietaria de la catedral más representativa del gótico clásico francés, que curiosamente, tuvo su iniciación en el siglo XIII, etapa de la historia por la cual Azazel sentía especial inquina, por ser el período inquisitorial en el cual se persiguió y exterminó a los cátaros, rama religiosa por la que sentía una particular simpatía.
Aquellas personas habían sido perseguidas por pregonar la pobreza de Jesús, así como la humanidad del mal llamado, -según ellos-, Hijo de Dios.
Los cátaros pregonaban que Jesús nunca tuvo posesiones y defendían que la Iglesia estaba en clara transgresión de los preceptos que predicó el nazareno.
Por cierto, que la gente piensa que nazareno viene de Nazareth, cuando en realidad esa ciudad ni siquiera existía en aquella época y lo más probable es que se refiriera a una rama de las tribus de Israel, los nazarios, pero como siempre, la Historia la escriben los vencedores y los cátaros, con sus “perfectos”, -hombres y mujeres-, fueron los perdedores.
A los cátaros también los exterminaron a través de una Cruzada: la de los Albigenses.

Simpáticos esos cátaros, con su convicción de que hombres y mujeres eran iguales y por ello hubo mujeres cátaras con la condición de “perfectas”, que era condición “sine qua non” para poder impartir el consolamentum, máximo sacramento para estos “locos idealistas” herederos de muchas de las creencias gnósticas.
Ellos afirmaban que la reencarnación era un castigo para las almas, que se volvían a encarnar en un cuerpo por no ser lo suficientemente puras para quedarse junto al “Espíritu Puro”, -Dios-, y que eran devueltas a la Tierra para pulir sus defectos y eso se conseguía a través de la pobreza, la caridad y el amor hacia los semejantes.

Pero esas ideas contrastaban con las de la Iglesia de aquella época, inmersos en la acumulación de posesiones y tesoros, por lo que los Papas, -en especial Inocencio III-, vieron en ellos un peligro que no podían obviar. El pueblo respetaba a aquellos personajes que nada les pedían y que al revés, les daban lo poco que tenían mientras pregonaban la igualdad y el amor en la Tierra.
¿Eran los cátaros poseedores de lo que se ha dado en llamar Santo Grial?.
¿Fue eso lo que se salvó del asalto a Montségur?.
Igual algún día se llegaría a saber, pero Azazel ahora mismo tenía otras cosas en las que pensar.

Tenía que concentrarse en conocer la manera de localizar a Zapatero en una fecha concreta en León. Desde luego eso no se lo iban a decir ni los periódicos ni la Wikipedia, por lo cual, trató de buscar una fuente fidedigna y entonces… cayó en ello.

La catedral de León… estilo… gótico… ¡¡SÍ!!. ¡¡Las hijas de Zapatero!!.
Se había formado un revuelo enorme con lo de la foto de las hijas del Presidente vestidas al estilo “Gótico” en un acto con los Obama en la Casa Blanca.
Incluso los americanos llegaron a quitar la foto de la página oficial.

Las chicas eran seguidoras de esa sub-cultura y él, en su edad más rockera había sido seguidor de algunos de los grupos que fueron precursores de lo que ahora se llamaba así.
Grupos como Joy Division, Siouxsie & The Banshees, The Cure, Echo & The Bunnymen, Adam & The Ants…, formaban parte de su heterogénea colección de música en mp3.

Incluso estuvo viendo en directo en Anoeta, en San Sebastián a The Cure a finales de los 80’s.
Por esas fechas también había estado Dylan y aprovechando la coyuntura había pillado entradas para aquellos “colgaos” que salían con pinta cadavérica, pero que tenían la canción aquella de “Matar a un árabe”, que no estaba mal y que había montado un follón muy gordo en la comunidad musulmana.
Aquél concierto no fue uno de los mejores que hubiera visto, pero sólo por ver las pintas que llevaban los músicos y sus “fans”, mereció la pena.
Otra cosa fue a la semana siguiente: Dylan. De lo mejor, como siempre. Dylan nunca defrauda. Es el único músico que canta mal, toca peor, pero no te deja mal rollo.

Hay gente que no entiende a Dylan. Un tipo que canta siempre las mismas canciones y que nunca se repite: siempre son diferentes y siempre son las mismas.
Tenía 15 versiones “originales” de “Like a rolling stone” en su poder y todas eran diferentes.
Igual ocurría con “Just like a woman”, “Blowin’ in the wind”, “All along the watchtower”, “I shall be released”, “Knockin’ on heaven’s door”…

Aquél concierto de Dylan en San Sebastián fue especial por varias cosas y una de ellas fue la compañía. En aquella época estaba saliendo con aquella morena de Zamora, ¿Ana?, sí, claro, Ana.
Recordó aquellas proporciones áureas que con 1.60 m., si hubieran tenido 5 cms. más de talla hubiera sido un escándalo de mujer; aquellos pezones oscuros… casi negros, color chocolate, sabor chocolate, del tamaño de esas monedas de Nestlé que se compran a los niños, envueltas en papel metálico y que se saborean hasta que se deshacen y te llenan la boca. Ese culito respingón que cabía proporcionalmente en ambas manos y que estaba duro como si fuera un monumento pétreo a la simetría.
Su piel suave, casi infantil, que no necesitaba de aceites ni cremas, porque su tinte aceituna hacía que creyeras que tu lengua estaba acariciando el mar mediterráneo.
Y el hotel, “Hotel de Londres e Inglaterra”, con la habitación con terraza y vistas a la playa de La Concha, que aunque no sea la mejor playa del mundo, tiene ese ambiente cosmopolita y burgués tan especial.
Con Casino. El juego hacía pocos años que se había legalizado en España y los clientes del hotel tenían la entrada gratuita. Le vino a la memoria aquella situación en la que un tipo con pinta de chulo de putas descarado jugaba a la ruleta y enseñaba una tarjeta de aquellas que se llamaban “Oro”, y que miraba descaradamente a Ana intentando llamar su atención; tanto, que Azazel se había mosqueado y estuvo a punto de ir “a por él”, pero Ana y la pareja que iba con ellos le tranquilizaron y le convencieron para marcharse sin jugar ni un solo duro.
A los pocos meses, la foto del tipo aquél apareció en todos los periódicos nacionales e internacionales. Era un tal Amedo y era policía; estaba metido en lo que luego se llamaría “El escándalo del GAL”. Por supuesto, los gastos de la tarjeta eran a cuenta de los ciudadanos.

Aunque también recordó que antes, en el 84, ya había estado en Madrid en uno de los mejores conciertos que podrían ofrecerle: Santana y Bob Dylan juntos.
Aquella fue la primera vez que lo dijo: “Ahora ya puedo morirme tranquilo”.
Menos mal que el destino no se tomó su reflexión al pie de la letra, porque no habría disfrutado de los otros tres conciertos en los que estuvo viendo a Santana, ni del de 1989 de Dylan.

Mientras recordaba aquellos años y la boca se le hacía agua, un extraño líquido transparente intentaba cubrir sus ojos. ¿Se le habría metido humo?.

Comenzó a atar cabos y llegó a la conclusión de que unas chicas a las que tienen “encerradas” en una fortificación lejos de su pueblo natal, por fuerza tenían que andar por las redes sociales.
Iba a ser una ardua tarea dar con ellas, pero si tenía algo, era eso: tiempo.

(Fin del Capítulo II)

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