viernes, 19 de agosto de 2011

Antonio López García








Contemplar un cuadro no llena un estómago.
Contemplar un cuadro no engorda tu cartera.
Pero cuando un cuadro proviene de toda una vida de experiencia, humildad y desarrollo creativo, te llena el alma.

Antonio López García es un artista lejano, distante, con la apariencia distraída de aquellos a los que llamamos Genios.
Su obra es parca, en comparación con la de otros, aunque vaya usted a saber la veracidad de algunas firmas.
Aún así, cuando ha salido por los medios de “desinformación”, la hombría que desprende rebosa credibilidad.

Deberíamos enseñar a nuestros mayores que la humildad conlleva éxitos, que no fracasos.
De esa manera, los mayores podrán enseñar a los niños que ser honrado, humilde y trabajador, son virtudes muy difíciles de conseguir, pero que buscándolas, se sentirá siempre apoyado por todo el Universo. Por sí mismo.
Es una lástima sentir que vives en un país en el que gusta crear ídolos de barro, principesas callejeras y nuevos cruzados político-sociales… para derribarlos luego del modo más despiadado.

Pero aunque haya quienes no quieran, siempre hay un Yang para cualquier Yin.
Antonio López es el Yang de la intolerancia, de la soberbia, de los formalismos…
¡Quién pudiera decir que trabaja haciendo lo que quiere… y que encima le paguen bien!
Pues bien, eso se lo ha ganado Antonio López haciendo lo que le gusta y lo que le sale del alma. Y yo, por mi parte, tras ver su exposición en el Thyssen, se lo agradezco, (humildemente), porque me ha hecho pasar uno de los mejores ratos de los últimos años.
Gracias, Antonio… Don Antonio. Y no intente mejorar. No se puede.

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